Una infraestructura indispensable pero frágil
En Africa, la gran mayoría del acceso a Internet depende de una infraestructura invisible pero crucial: los cables submarinos. Estas enormes fibras ópticas, tendidas en el fondo de los océanos, transportan aproximadamente el 99 % del tráfico mundial de Internet. Actualmente, el continente africano está conectado al resto del mundo gracias a una veintena de estos cables, que llegan principalmente a ciudades costeras importantes como Lagos, Accra o Ciudad del Cabo.
Sin embargo, esta dependencia también representa una debilidad. Cualquier corte o daño en estos cables puede tener consecuencias inmediatas y significativas. En marzo de 2024, por ejemplo, cuatro cables importantes (WACS, MainOne, SAT-3 y ACE) resultaron dañados frente a la costa de África Occidental. El resultado: interrupciones del servicio y una desaceleración generalizada en varios países, como Nigeria, Ghana o Costa de Marfil (TechCrunch, 2024).
Un desequilibrio geografico preocupante
Otro problema es que la conectividad por cable beneficia principalmente a las zonas urbanas y costeras. Los países sin salida al mar, como Malí, Níger o la República Centroafricana, no tienen acceso directo a los cables submarinos. Dependen de conexiones terrestres que son costosas y, a menudo, inestables, lo que agrava las desigualdades digitales. Este desequilibrio geográfico representa un obstáculo para la inclusión digital, ya que dificulta la expansión del acceso a Internet de alta velocidad en todo el continente.
Además, el mantenimiento de estas infraestructuras terrestres es complicado. Los conflictos, las condiciones climáticas extremas y la falta de inversión en redes internas ralentizan la distribución eficaz del ancho de banda desde las costas hacia el interior del continente.
Proyectos de gran escala en desarrollo
Frente a estos desafios, han surgido iniciativas de gran envergadura. El proyecto 2Africa , lanzado por un consorcio que incluye a Meta, China Mobile y otros socios, tiene como objetivo crear uno de los cables submarinos más grandes del mundo. Con 45.000 kilómetros de longitud, conectará a 33 países de África, Europa y Oriente Medio, con una capacidad muy superior a la de las infraestructuras actuales. El objetivo es reforzar la resiliencia de la conectividad africana y mejorar el acceso en las zonas mal cubiertas. Se espera que el cable entre en funcionamiento en 2025.
Una resiliencia digital por construir
En resumen, aunque los cables submarinos desempeñan un papel central en la conectividad africana, esta dependencia exclusiva plantea un problema de estabilidad. Cada incidente demuestra cuán vulnerable sigue siendo el sistema. Para garantizar una conectividad sostenible, es esencial reforzar estas infraestructuras, pero también apostar por soluciones complementarias más flexibles y adaptadas al terreno. Solo así el continente podrá construir una conectividad resiliente, equitativa y resistente frente a futuras interrupciones.
¿Qué papel juega la dependencia de los cables submarinos en la estabilidad de la conectividad en África?